Mi corazón golpeaba fue en mi pecho, mientras yo, de rodillas, desabrochaba ansiosa el pantalón de Dante, deseosa de colocar por fin su miembro a descansar sobre mi lengua, y pensar que unos meses atrás, él fuera el culpable de que terminara con Diana, mi entonces novia, descubrí que se acostaron; sin embargo, no lo odiaba ni tenía ninguna clase de resentimiento, a decir verdad, era ese exceso de hombría lo que hacía a Dante tan atractivo, esa autoridad que representaba por el hecho de haberse cogido a mi novia, y no por que la quisiera para él como su pareja, no, solamente por que podía, para disfrutar de ellas y a dejar claro que las mujeres preferían estar con él, eso es lo que me hacía acercarme a él a pesar de todo el bullying y la degradación, me gustaba recibir esa clase de atención de su parte.

Mi error (o acierto) fue una semana atrás cuando se me ocurrió acudir a él, me acompañaba Susana, una nueva chica con la que recién salía, no sé por qué permití que nos acercáramos a él, quizá es que esperaba algo más que lo usual: a él poniéndome en ridículo, preguntándome de manera burlona por mi amiga Diana (Él sabía que habíamos terminado y la razón, Susana también lo sabía)